lunes, 7 de noviembre de 2005

Quiero compartir con mis amigos mi primera experiencia en las 100 Millas Rioplatenses (en la pelea por el último puesto, jejeje)

Corrimos con el [FEELING] las 100 Millas Rioplatenses. Fue la primera experiencia en esta regata para los cinco tripulantes a bordo. Hicimos una reunión previa para estudiar el recorrido, con las tablas de marea del Puerto de Buenos Aires, La Plata y Colonia, y los pronósticos disponibles (aún no teníamos el de Tony, lamentablemente). Temíamos las calmas y los vientos de jeta con marejada, donde el Chaparrón 28, con sus 7 toneladas no rinde. No bajamos ni un alfiler, y lo llenamos de empanadas, salamines y tinto como para correr hasta Europa.

Primera pierna Olivos – La Plata
En la primera pierna a La Plata, teníamos que llegar a las 15, para aprovechar la bajante en todo el trayecto, y encarar la pierna a Colonia en creciente. Para nosotros era muy optimista llegar a ese horario porque implicaba navegar a 5 nudos y medio de promedio. Y lo logramos, virando en el último lugar las boyas del barco hundido Don Agustín, pero con varios barcos cerca, lo cual nos alentaba.

Segunda pierna La Plata - Colonia
Rumbo a Colonia el viento se dio de ceñida y preferimos derivar un poco para mantener al barco caminando siempre, aprovechando la corriente de crecida del río. Fue una pierna muy relajada, pero de poca velocidad y de recorrido extendido por los bordes. De todas formas, como llegamos en un horario optimista a La Plata, viramos la boya de Colonia a las 21.30, media hora después de nuestra estimación para las dos primeras piernas.
Nos costó bastante ubicarnos y tuvimos que tirar varios bordes hasta pasarle finito a la boya 3 y encarar el borde definitivo que nos llevaría a la boya fondeada frente a Santa Rita. Es la primera vez que paso tan cerca de Colonia y no entro al puerto! Acá ya teníamos tres o cuatro barcos atrás nuestro y pasamos a uno justo en la virada de la boya.

Tercera pierna Colonia - YCA
Enfilamos nuevamente hacia la boya 3 y luego hacia el Puerto de Buenos Aires, dejando el respeto necesario al sur de Farallón.
A eso de las 22, uno de los tripulantes dice: “No me gusta nada esa nube que viene atrás, ¿por qué no enganchamos la genoa en el enrollador? (en regata la amuramos más baja, para ganar esos 50 cm. del enrollador). A mi no me parecía, pero ganó la moción y otro tripulante fue a proa para hacer la maniobra.
Justo cuando terminó, ni un segundo antes ni un segundo después, se largó el SE con una fuerza inesperada. El mismo tripulante que estaba en proa, cobró el enrollador y zafamos justo a tiempo.
Otro tripulante estaba abajo preparando las empanadas para calentar en el horno y cenar. ¡Agarrá las empanadas!, grité, y por suerte las manoteó en el aire.
A partir de ese momento, tomamos una mano de rizos y el Chaparrón empezó a navegar a 6.5 nudos con viento del través y la mayor bastante filada. Escuchamos que algunos barcos abandonaron y entraron a Colonia y otros seguían sólo con tormentín.
Como el viento no aflojaba y las olas comenzaban a ser cada vez más grandes, sugerí que nos pusiéramos los chalecos, comentario que fue bien interpretado por todos. Digo esto porque no fue fácil para mí decirlo. Uno me preguntó: “¿Estás preocupado Oso?” La respuesta era muy difícil de dar, “no puedo decirte que estoy preocupado, sí puedo decirte que estoy muy atento”.
A una hora del YCA, veo que los instrumentos tienen una luz muy débil y el GPS se desconectó. Se agotó la batería, después de tanto uso (bombas, inodoro y luces). Pasé el timón y bajé a cambiar la llave de baterías para usar la de reserva. En ese momento, una ola pasó por arriba del barco. Los que estaban arriba pegaron un grito entre –Montaña rusa y chapuzón en agua fría-. Abajo volaron bolsos cerrados, bolsos abiertos, víveres de todo tipo, cámaras de fotos. Todo flotando en 10 cm de agua que las bombas no alcanzaban a chupar debido a la escora. Parecía un pulpo agarrando las cosas y tirándolas en lugares donde no volvieran a caerse, mientras me agarraba a mi mismo para no terminar noqueado contra algo.
Por suerte pudimos reestablecer la iluminación y ver la lucecita verde de la escollera del puerto, muy pobre por cierto.
Llegamos por fin a eso de las 2.30 del domingo. El GPS marcaba una media general de 5.1 nudos y una máxima de 8.5 nudos (en la pierna Colonia-YCA). De Colonia al YCA, tardamos unas 5 horas, a 7 nudos de promedio, sólo con mayor y una mano de rizos.

Comentarios finales
Fue una experiencia exigente, adecuada al conocimiento de la tripulación y al barco que nos llevaba. Ninguno de nosotros había navegado 17 horas y media. Ninguno había ido a La Plata. Ninguno había llegado a Colonia de noche. Ninguno había llegado al puerto de Buenos Aires de noche. Ninguno había tenido semejante rosca de noche, y menos en regata, que nos exigía mantener un rumbo de través que en otras circunstancias no hubiéramos establecido.
Todavía no se cómo salimos, pero la experiencia fue inolvidable.

Agradecimientos
Mi agradecimiento a la comisión de regatas del CINAVE, ADES, Prefectura Nacional Naval Uruguaya y Prefectura Naval Argentina que siguieron a cada participante en forma radial durante todo el recorrido.
Mi especial agradecimiento a un guardacosta que nos siguió a una milla a sotavento durante las tres últimas horas de regata, en lo peor de la sudestada, brindándonos la seguridad espiritual de que había alguien cerca dispuesto a brindar su ayuda en caso de requerirla.
Gracias a Juan José Abraham, Ariel Bobar, Matías Lakas y Fabián Ponzanetti, tripulantes de lujo.
Gracias a Héctor Torres que, cuando estaba a punto de comprar mi barco y todos me decían que el Chaparrón no navega bien me dijo: “El barco no es rápido, pero navega bien, corta bien la ola y es muy seguro. ¿Acaso un buen guitarrista es bueno porque toca rápido, o porque toca bien?”.
Gracias [FEELING], sos un barcazo!

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